En la Edad Media, los métodos de tortura se multiplicaron y extendieron alrededor de toda Europa.
Podría decirse que hasta son interesantes e ingeniosos.
Por ejemplo, el gota a gota, era un método de tortura basado en el agua
y se usaba fundamentalmente para arrancar la confesión o información a
la víctima. Era una tortura larga, en la que el torturador no tenía
prisa ninguna y lo único que tenía que hacer, era esperar a que la
víctima se viniera abajo. Consistía en amarrar al preso fuertemente de pies, manos, cuello y frente; colocándose
la cabeza debajo de un grifo que dejaba derramar una gota a un
ritmo continuado. Esto provocaba un estado de locura además de terminar
erosionando el hueso del cráneo hasta producir la muerte.
Otro método muy utilizado, era el borceguí, que era
el tipo de calzado más popular del siglo XV, cubría el tobillo y era
abierto por su parte delantera y se ataba con correas o cordones. Pues
bien, en este período se popularizó un método de tortura que se denominó
con el nombre del calzado, puesto que
consistía en apretar el tobillo de la víctima por medio de varias
maderas enlazadas por unas correas o gatos de hierro, para administrar
presión, hasta quebrantar los huesos.